miércoles, 8 de septiembre de 2010

A galope, a galope, a galope...

La gente critica mi ritmo de vida, ese ritmo no es especial. No quiero que lo sea ni sentirme como tal. Pero es un ritmo distinto. La cabeza se descompensa con el cuerpo y el cuerpo se descompensa con la sociedad.
Me levanto de la cama con el pie izquierdo, es mi lado opuesto de la cama pero a pesar de estar a punto de caerme cada mañana, el pie izquierdo es el primero que pisa el suelo. Cada mañana me tomo unas ricas tostadas con aceite y sal, primero echo el aceite y después grandes cantidades de sal, que terminan derramándose por toda la mesa.
Me miro al espejo y lo rompo, quizá no sea tan horrible lo que ve, pero me enfado y lo hago añicos de un golpe. Me gusta el sonido de los cristales cuando se rompen. Antes de abrir la puerta abro el paraguas que siempre llevo prevenido en el interior de la casa, por si esta roto y no me funciona con la dichosa lluvia que me riza el pelo. Salgo a la calle y me cruzo al mismo gato negro que me saluda con la pata derecha de atrás, esa que perdió en una batalla callejera. Paso por la escalera más estrecha de toda la calle, a 30 km/h y en bicicleta. Miro el calendario al llegar a clase y es Martes 13, ayer también lo fue y mañana quizá también. Todos los días en mi vida son martes y 13. Pero tengo una vida cargada de suerte.
A mi ritmo, sin miedos y con mucha suerte.

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